martes, 15 de abril de 2014

COSAS DE LA MAR

Desde estas páginas voy a tratar de hacer un pequeño homenaje al elemento que dentro del entramado que supone la organización de un embarcación de pesca, la poca importancia que parece que tiene, siendo como son útiles en muchas ocasiones y generalmente, o casi siempre, el primero en embarcar cuando se dirige con su amo a la embarcación, este es el perro de abordo, (barroko txakurre) que era como si fuese uno más de la tripulación, del que todos se preocupaban, aunque su propietario podía ser el patrón o cualquier hombre de la tripulación.
Se decía que era el perro el primero en enterarse de la llamada del señero y presto con sus ladridos despertaba a su amo, llegando en algunos casos a tirar de la manta de su cama. Al dirigirse al muelle el perro iba por delante y situabase en la proa –cascote- para desde allí estar ojo avizor a lo que pasa y ladrar siempre a la sazón que sea, llamar la atención de su patrón.

Cuando salían a besugo, palometa, chicharro etc. el perro siempre atento a lo que ocurría en el devenir de la pesca, si por la razón que fuese, al embarcar alguna pieza se soltaba, este presto saltaba al agua para cogerla y estaba determinado que la pieza cobrada por el perro, pasaba a ser propiedad del dueño del animal.

A la hora de defender el barco, nunca le consentían que perro extraño viniese a discutir su titularidad, marcaba su territorio recorriendo todo el barco, dando ladridos y si el intruso no se había ido, entonces la forma de despedirlo era más contundente.

Era tal el deseo de pesca de algunos perros, que cuando levantaban las “tertzak”, aparejo de  muchos anzuelos (similar al palangre) podía el animal estar haciendo algo más importante, incluso comiendo, que a la voz de exclamación o disgusto que hiciese alguno de los hombres por haberse soltado una pieza, dejando su comida, saltaba al agua y cobraba la pieza.

Cuando el perro había cobrado por este sistema varias piezas, a la arribada a puerto, era el primero en llegar a su casa, demostrando con sus movimientos y ladridos al ama de casa, que la pesca había sido abundante, lo mismo que si no había sido buena su semblante y ronroneos hacían que demostrase lo contrario.

Siempre había a bordo algún hombre, que por no ver al perro triste y disgustado con disimulo lanzaba una pieza al agua, que el animal inmediatamente la cogía y de esta forma cambiaba la actitud de este demostrando su satisfacción.

Se ha dado el caso que habiendo ido las embarcaciones a Avilés a la pesca del papardo, el perro por la razón que sea quedo allí, y por lo visto debieron enrolarlo en algún barco asturiano, y cuándo este barco, habiendo pasado bastante tiempo, vino a parar a nuestra zona, arribando a Ondarroa, saltar el perro a tierra y llegar hasta casa de su verdadero dueño en Bermeo.

Así como los humanos, hubo perros a los que no les gustaba ir a la mar, entonces cuando el animal husmeaba que ya llegaba la hora de salida, desaparecía y nadie sabía nada de él, hasta que el barco enfilaba la barra del puerto, que es cuando volvía a casa.

Cuantos Lur, Bizkor, Kai, Eusko, Lagun…… habrán desaparecido en lo accidentes y naufragios, así como en las sucesivas galernas, y sin dudad ninguna en la galerna de la que este mismo año conmemoramos el centenario, a pesar de ser el animal, por su instinto, demostrándose inquieto, posiblemente el primero en darse cuenta, de que algo anormal iba a suceder.

Es curioso ver a un perro de agua “ur txakurre” pasear por el puerto, se le ve inquieto, ladrándole continuamente al amo con movimientos nerviosos, entonces arrojándole algo que flote, un trozo de madera, al agua, salta raudo para recuperar la pieza y esto hasta que el que se cansaba era su dueño de tanto repetir la operación.

Convencido estoy de que a más de uno de los que lea este articulo le hará recordar y comentara las historias de su perro de abordo, “Barroko txakurre”.


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